Según un reciente informe de la Organización Mundial de la Salud, el 26% de las muertes de niños menores de 5 años que ocurren cada año es atribuible a causas ambientales. Estas muertes ocurren principalmente por enfermedades diarreicas e infecciones respiratorias.
La cifra de muertes de niños menores de 5 años atribuibles a factores ambientales refleja la importancia de cuidar del entorno en el que crecen, desde el vientre y durante sus primeros años de vida. Los riesgos ambientales a los que están expuestos los más pequeños ocurren a menudo de manera simultánea y continua a lo largo de la vida. Es por ello que cada acción que podamos llevar a cabo para reducir esos factores es importante para prevenir problemas en su salud presente y futura.
Algunos riesgos ambientales se relacionan con la exposición a las múltiples y diversas sustancias químicas peligrosas de uso cotidiano que ingresan al organismo a través de la inhalación (respiración), la ingesta o el contacto con la piel. Algunas de estas sustancias químicas se comportan como disruptores endocrinos. Esto significa que tienen la capacidad de interferir en el funcionamiento del sistema endócrino, que es el conjunto de órganos y tejidos del organismo que segregan hormonas, que son liberadas al torrente sanguíneo y regulan algunas de las funciones del cuerpo. Los disruptores endocrinos pueden suplantar a las hormonas naturales bloqueando su acción, aumentando o disminuyendo sus niveles, lo que puede provocar diversos efectos adversos sobre la salud. Entre estas sustancias, se encuentran los ftalatos, el Bisfenol A y algunos plaguicidas.
Para mejorar la calidad de vida de bebés, niñas y niños, es posible adoptar acciones para reducir los riesgos de exposición a estos contaminantes, como mantenerlos en un ambiente limpio, seguro y libre de tóxicos, además de incorporar a la dieta -cuando corresponda según la edad- alimentos saludables, con bajo contenido de grasas, sal y azúcar.