El cambio climático, con las variaciones de temperatura, inundaciones y sequías, presenta una amenaza para la salud pública. La contaminación del aire, la expansión geográfica de los vectores, la falta de acceso a agua segura y los alimentos contaminados son factores de riesgo, principalmente para las poblaciones más vulnerables. Es el caso de los bebés durante la etapa prenatal y primera infancia, los inmunocomprometidos, los ancianos, los enfermos cardiovasculares y la población con menores ingresos[1].
La Organización Mundial de la Salud prevé que entre 2030 y 2050 el cambio climático causará unas 250.000 muertes más cada año, debido a la malnutrición, el paludismo, la diarrea y el golpe de calor. Enfermedades como la diarrea, la malnutrición, la malaria, el cólera y el dengue son muy sensibles al clima y se prevé que se agravarán con el cambio climático. Según un reciente informe, el 26% de las muertes de niños menores de 5 años que ocurren cada año es atribuible a causas ambientales. Estas muertes ocurren principalmente por enfermedades diarreicas e infecciones respiratorias.
La cifra de muertes de niños menores de 5 años atribuibles a factores ambientales refleja la importancia de cuidar del entorno en el que crecen, desde el vientre y durante sus primeros años de vida. Los riesgos ambientales a los que están expuestos los más pequeños ocurren a menudo de manera simultánea y continua a lo largo de la vida. Es por ello que cada acción que podamos llevar a cabo para reducir esos factores es importante para prevenir problemas en su salud presente y futura.
Algunos riesgos ambientales se relacionan con la exposición a las múltiples y diversas sustancias químicas peligrosas de uso cotidiano que ingresan al organismo a través de la inhalación (respiración), la ingesta o el contacto con la piel. Algunas de estas sustancias químicas se comportan como disruptores endocrinos. Esto significa que tienen la capacidad de interferir en el funcionamiento del sistema endócrino, que es el conjunto de órganos y tejidos del organismo que segregan hormonas, que son liberadas al torrente sanguíneo y regulan algunas de las funciones del cuerpo. Los disruptores endocrinos pueden suplantar a las hormonas naturales bloqueando su acción, aumentando o disminuyendo sus niveles, lo que puede provocar diversos efectos adversos sobre la salud. Entre estas sustancias, se encuentran los ftalatos, el Bisfenol A y algunos plaguicidas.
- La exposición a los contaminantes comienza desde la preconcepción, ya que algunos químicos presentes en el cuerpo de la mujer embarazada atraviesan la placenta y pueden afectar al feto durante los períodos críticos de su desarrollo.
- El recién nacido, debido a que algunos de sus sistemas no están completamente desarrollados, está en peores condiciones para defenderse de sustancias peligrosas a las que pueda estar expuesto.
- El cerebro, al igual que otros órganos y sistemas, están en constante crecimiento y desarrollo durante los primeros años de vida. Las alteraciones en los frágiles equilibrios metabólicos pueden tener consecuencias para toda la vida.
- Comparados con los adultos, los niños respiran más rápido y comen y beben más, proporcionalmente, a su peso corporal, por lo cual están más expuestos a los químicos presentes en el aire, los alimentos y el agua.
- Los niños pasan a menudo mucho tiempo en el exterior y suelen jugar en la tierra o en el piso, donde se exponen a diversos químicos peligrosos como plaguicidas y metales pesados (mercurio, plomo, arsénico, etc.).
- Además, los niños pequeños se llevan con frecuencia las manos o ciertos objetos a la boca, lo que aumenta la probabilidad de ingestión de contaminantes.
- Las mujeres embarazadas y los niños pequeños suelen estar en mayor riesgo de inhalar o entrar en contacto con químicos peligrosos empleados en el interior de las viviendas, tales como productos de la limpieza, pinturas, cosméticos y otros productos de consumo y uso doméstico.
[1] Woodward A, Hales S, Litidamu N, Phillips D, Martin J. Protecting human health in a changing world: the role of social and economic development. Bull World Health Organ 2000;78(9):1148-55.